Cuando conoce al general Andrés Ascensio, Catalina es una muchacha que lo ignora todo de la vida. Él, en cambio, es candidato a Gobernador del Estado de Puebla, y sabe muy bien cuáles son sus objetivos de cacique. A las pocas semanas están casados.
Pero Catalina descubre muy pronto que no puede aceptar el modo de vida que le impone la nueva situación. No acepta, sobre todo, vivir sin amor. Es una criatura apasionada e imaginativa, casada con un hombre a quien sólo preocupan sus intereses políticos, en un contexto social donde la mujer no pasa de ser una figura exquisita, siempre bella pero siempre al margen de lo importante...
Luego ocurre lo inevitable, y Catalina vuelve a amar, y se sabe correspondida, y vuelve a amar, y se sabe correspondida, y vuelve a sentir en su alma todas las ilusiones y todas las esperanzas de ser mujer en un mundo que los hombres rigen de manera despiadada. Pero ante ello quizá no le quede otra alternativa que reclamar, como en la canción popular de que toma título la novela: Arráncame la vida.