La revista literaria ha tenido siempre ambición de obra total: barajar géneros, autores de varias generaciones, asuntos diversos, idiomas distintos. Que entre ellas abunden las siempre divertidas revistas de grupo o de tendencia sólo anima más las posibilidades del género. Poniéndonos en la estela de las revistas que siempre nos gustaron, que nos procuraron tanta felicidad con su aspecto de enciclopedias desordenadas y libres, en Calle del Aire trataremos, dos veces al año, seguir una tradición imponente: podría contarse la historia de nuestra literatura del último siglo relatando las suertes y miserias de sus revistas literarias. En español y sin salirnos del siglo XX ahí está ese monumento que es Sur, o su modelo Revista de Occidente, ahí la Gaceta Literaria y Diwan y Fin de Siglo y Renacimiento y Clarín y tantísimas otras. Un lugar donde se habla de Jünger y de la Ruta 66, se leen los poemas de Ford Madox Ford y epigramas de Francisco Bejarano, hay un cuento de ciencia-ficción que es lo primero que publica un autor y el último cuento que ha escrito un maestro del género, ya expone a las claras su flexibilidad, su aspiración de obra total. Otra cosa es que lo consiga, claro, pero no va a ser por falta de ganas.
Confiando en la razón que solía tener encerrada por el gusto de ambos JRJ en su casa, nos proponemos «amparar a los jóvenes, exijir, castigar a los maduros y tolerar a los viejos» ma non troppo, porque la edad en literatura tiene como se ve en cada momento menos que ver con la biología que con el ánimo, que es ánima, o sea alma, de donde no sea descabellado apreciar la juventud que aún hay en Miguel d'Ors o Gonzalo Suárez, mientras que si se da un garbeo uno por la cursipoesía que vende miles de ejemplares, el olor a cerrado de adolescencias marchitas es insoportable.
Calle del Aire tuvo dos épocas anteriores. En ambas la revista no duró más que un número. Pero los récords, como sabe cualquier aficionado al deporte, están para romperlos. Y nos proponemos romper ese meritorio e insólito récord. Así que nos vemos en el segundo número.