Gracias a la localización en Suiza de una serie de cartas dictadas por Felipe II a su secretario, Jerónimo Zurita, y enviadas al embajador en Roma don Juan de Zúñiga (cartas desconocidas, entre las que se incluyen las «Instrucciones» que daba el rey
a su delegado), Alfredo Alvar reconstruye, en este libro, el dramático día a día que se vivió alrededor de la privación de libertad de Carranza y las presiones del rey de España sobre el papado en dos sentidos: que de ninguna manera el arzobispo de Toledo recibiera la absolución o una pena liviana, y que, en todo caso, se informara al rey de España del contenido de la sentencia antes de ser pronunciada. Pío V murió sin atreverse a proclamarla y la definitiva de Gregorio XIII fue extremadamente ligera para el gusto de Felipe II.