Una gran parte de la historia del pensamiento occidental se ha desplomado con la apertura de los campos de exterminio nazis, en 1945. La Razón occidental parecía progresar desde su primera formulación griega pasando por la renacentista, la cartesiana, la pura kantiana y la de la Ilustración. ¿Cómo pudo desembocar en el incendio de Europa causado por el nacionalsocialismo?
Hannah Arendt ha pensado ese fenómeno con sus análisis sobre el totalitarismo, cuyo proyecto consiste en crear hombres superfluos. Esta joven judía fue alumna y amante de Heidegger, cuyo nazismo es innegable. El totalitarismo, por lo tanto, no podía seguir siendo un enigma para ella y, entonces, lo analiza. Por fuera del siglo XX, también ha pensado la Revolución francesa, igualitaria y matriz de los totalitarismos, que ella opone a la Revolución americana, libertaria y productora de democracia. Igualmente, ha examinado aquello que acompañaba a la crisis de la cultura, a la infantilización de los adultos, a la ciencia sin conciencia y a la crisis de la educación.
Por su parte, Hans Jonas también ha pensado el mundo posnazi concluyendo que el planeta estaba en riesgo, que las biotecnologías ponían a lo humano en peligro y era necesario activar un militantismo apoyado en el temor para concientizar a las masas en nombre de un principio de esperanza. La ecología le debe mucho.
Finalmente, Günther Anders, quien durante un tiempo fue el marido de Hannah Arendt, ha pensado la bomba atómica, el jazz, la fotografía, las máquinas, la propaganda, los medios de comunicación, la polución, la tecnología aplicada al cuerpo y la ideología mortífera propagada por el capitalismo, antes de concluir en la obsolescencia programada del hombre.
Los tres pensaron el nihilismo que siguió al nazismo. El judaísmo de estos ha vinculado el apocalipsis al Principio de esperanza, imaginando que la violencia era inevitable.