Tuiavii viajó a Europa a principios del siglo XX y allí descubrió un mundo incomprensible, que no tenia
nada que ver con la vida sencilla y despreocupada de los isleños de Samoa.Los samoanos no conocían ¿ni tampoco
necesitaban- el dinero («el metal redondo»), ni los grandes edificios («canastas de piedra»), los cines («locales de
pseudovida»), ni periódicos («los muchos papeles»). Tuiavii nunca entendió por qué «los Papalagi» (que significa «los
hombres blancos») siempre tienen prisa; o por qué nunca disfrutan de lo que hacen y se pasan el día pensando en lo que
harán después; o por qué, con todas las cosas que tienen, todavía quieren tener más.Años después de su visita a Europa,
Tuiavii, jefe de Tiavea, escribió estos discursos para convencer a su pueblo de que no se dejara llevar por las falsas
comodidades del mundo occidental. Un amigo alemán, Eric Scheurmann, recopiló los textos y los publicó en Occidente.
Desde entonces han sido traducidos a muchos idiomas.Tuiavii transmite a través de estos discursos su sencilla sabiduría,
con unas descripciones que tienen la ventaja de contemplar desde fuera nuestra civilización. Quizá fuera esta la
primera vez que se hablaba de «antiglobalización». Además, la cultura occidental se convierte aquí en objeto de estudio
por parte de un pueblo que no ha perdido el contacto con la naturaleza. Se trata pues de un documento inestimable,
además de una obra enormemente divertida.