Si ha habido una carrera literaria y periodística exitosa en el bullente ambiente cultural de la España de los años 30, pero que hoy día sea verdaderamente desconocida, esa es la de la escritora peruana Rosa Arciniega. La producción narrativa que llevó a cabo entre 1930 y 1936, durante su estancia en Madrid, constituye la más personal y original de toda su valiosa trayectoria. Su tercera novela, Mosko-Strom (1933) es una gran distopía de la modernidad, que alerta, como lo hizo solo un año antes Aldous Huxley en Un mundo feliz, sobre los peligros de una sociedad que asimila el Progreso con el desarrollo tecnológico y la posesión de cosas materiales; y con la forma de vida regulada y acelerada de las grandes ciudades como la Cosmópolis de Mosko-Strom, que se tragan en su vorágine absorbente los ideales y verdaderos valores para la humanidad. Mosko-Strom es una novela de plena actualidad, que atrapa al lector desde la primera página con toda la fuerza del discurso y de la narrativa vanguardista de su autora. Con ella Espuela de Plata vuelve a poner en circulación la meritoria producción de esta singular escritora, que merece sin duda recuperar el prestigio y difusión de que gozó antes de ser relegada por una España de posguerra donde no cabían ideologías ni discursos como el suyo, ni una mujer moderna compartiendo junto al hombre las primeras filas de la intelectualidad.
Rosa Arciniega nació en Lima en 1909, saliendo muy joven de su país para, tras un viaje por Europa, asentarse en España hacia 1928, donde permanecería hasta 1936 en que regresó al Perú. Desde su llegada a Madrid se incorporó al prolífico ambiente cultural de la España de esos años, editando varias novelas las dos primeras, Engranajes (1931) y Jaque mate (1931), recibieron la distinción de «novela del mes», numerosos cuentos, un drama radiofónico y artículos de diversa índole en cabeceras como Nuevo Mundo, Blanco y Negro, La Gaceta Literaria, Ahora y Ondas, entre otras. Su tercera novela fue Mosko-Strom (1933), a la que le siguió Vidas de celuloide. La novela de Hollywood (1934) y Pizarro (Biografía del conquistador del Perú) (1936). Arciniega dará conferencias y formará parte de la tertulia que Ortega y Gasset mantenía en torno a la Revista de Occidente. Ya fuera de España publica una colección de cuentos, Playa de vidas (1940), en Colombia, y otras biografías de conquistadores en Santiago de Chile y Buenos Aires. Su labor periodística continuó siendo intensa, colaborando en El Tiempo (Bogotá), La Crónica (Buenos Aires), El Universal (Caracas), El Telégrafo (Guayaquil), El Diario (Nueva York), La Prensa (San Antonio, Texas) o La Opinión (California), además de otras cabeceras de las ciudades en las que residió: Lima, Santiago de Chile y Buenos Aires. Participó activamente en el Congreso por la Libertad de la Cultura (1950-1967); suscribió el Manifiesto en defensa de Hungría de intelectuales americanos en 1957; y fue la primera mujer peruana acreditada como diplomática ante un gobierno extranjero, como Agregada cultural del Perú en Argentina. En 1986 su país la reconoció como escritora de prestigio internacional, concediéndole una «pensión de gracia». Murió en Buenos Aires en 1999.