Los cuarenta mil judíos alemanes que consiguieron refugio del horror nazi en la Argentina encontraron en el Río de la Plata un ambiente sumamente complejo: por un lado, nacionalistas, simpatizantes del fascismo y antisemitas; por el otro, liberales y demócratas que los recibieron con benevolencia.
Los judíos alemanes, muchos de ellos egresados de universidades de su país natal, tuvieron que realizar trabajos en el campo argentino y en otros rubros que no tenían ninguna relación con su formación profesional. Además, se encontraron con un idioma extranjero y tuvieron que confrontarse con una mentalidad para ellos extraña.
A pesar de eso, fueron felices por haber escapado del Holocausto. Superadas las dificultades del comienzo, muchos de los emigrantes lograron estabilizarse y progresar. Junto con sus hijos, quienes siguieron sus huellas académicas y lograron recibirse en las universidades argentinas, alcanzaron gran presencia en la vida económica, cultural y científica de su nuevo país anfitrión. Puede decirse, sin duda, que sembraron trigo y cosecharon doctores.