En 1986, Hana abandona los estudios universitarios que, llena de curiosidad y entusiasmo, había iniciado hacía poco en Tirana para regresar a la remota aldea de las montañas del norte de Albania donde se encuentra la casa de su tío Gjergj, que la crió tras la muerte de sus padres y que ahora es viudo y está muy enfermo. Un acto de amor y gratitud que acaba desencadenando una aterradora inmolación personal. En efecto, Hana es la única familia que le queda, pero cuidar de él no es fácil en un paraje tan aislado y aferrado a costumbres ancestrales, en el cual ser mujer le impide trabajar o desplazarse de forma segura para conseguir medicamentos. Tras rechazar el matrimonio concertado que permitiría a Gjergj morir en paz y la obligaría, al mismo tiempo, a renunciar a su independencia, concluye que la única manera de solucionar sus problemas es ser una virgen jurada: es decir, una de esas mujeres que, siguiendo una antigua tradición albanesa, en un determinado momento de sus vidas se ven abocadas a hacer voto de castidad y convertirse en hombres para administrar el legado de los suyos. Sólo así le proporcionará a