El poeta Valeri se sumergió en sus recuerdos para homenajear con estas hermosas memorias de Padua a la ciudad de su infancia y juventud, de juegos y estudios, de primeros amores e ilusiones. ¿Toda Padua? Aquí aparecen las voces de vendedores y vendedoras ambulantes ofreciendo sus mercancías; las fiestas en honor al Santo, ese lisboeta tan paduano, celebradas año tras año en el Pratto della Valle; el afamado y burgués Pedrocchi, café ligado a la historia de la ciudad en el que se reunían los revolucionarios de 1848, pioneros del Risorgimento; el lirismo propio de su poesía en los colores que, asomado a una ventana, le brindan las distintas estaciones del año a horas determinadas del día; las inevitables referencias literarias para un profesor como era Valeri, algunas ligadas a esas colinas Eugáneas, fuente de inspiración de muchos poetas y donde se halla la tumba de Francesco Petrarca; el Bo, la afamada universidad, donde impartieron sus clases san Alberto Magno o Galileo Galilei, y cuyos estudiantes sirvieron a Shakespeare su Fierecilla domada; las iglesias, el Santo, Santa Giustina, Carmine; los canales, algunos ya desaparecidos, Piovego, y los ríos, Brenta, Bacchiglione.